|
EL HUMOR COMO VALOR
Koldobika G. Vío
Pallazo sin fronteras, educador
URRATXA@terra.es
“Donde no hay humor no hay humanidad.
Donde no hay humor, existe el campo de concentración”.
Eugène Ionesco
Hay quien podría pensar que podemos hablar de humor en la
escuela desde una visión de que recoge imágenes y
sensaciones de la escuela como algo aburrido. Muchas más
veces en nuestra experiencia de pasado, cuando fuimos alumnos, recordamos
interminables horas dentro de las aulas, incluso en el patio, como
tiempos aburridos. Parte de nuestra memoria de esta importante parte
de nuestra vida está llena de reminiscencias de color y energía
gris. Y no sé si estas sensaciones las proyectamos sobre
nuestros hijos e hijas, o si es el caso sobre los alumnos y alumnas
con los que compartimos la experiencia cotidiana del aula, pero
lo cierto es que hoy día vemos muchas veces a los chavales
como aburridos. A medida que van creciendo y pasando cursos esto
se hace más evidente, y seguramente debe depender menos de
nuestra reminiscencia y más del hecho de que muchas de las
cosas que se viven en el aula, materias, métodos, espacios
y relaciones tampoco son en muchos casos del suficiente interés
para esta generación que ahora ocupa el lugar que nosotros
ocupamos.
Para algunos el párrafo anterior sería bastante justificación
para pensar que en una la escuela hace falta el humor como válvula
de escape, o más acertadamente como fuerza equilibriadora.
Entendámoslo como en cocina, esos toques de especias, o toques
mágicos (que las nuevas generaciones vamos perdiendo en este
caso), que convierten un plato que podía ser aburrido en
algo sabroso. Pero qué pasa cuando lo que comemos es sabroso
en sí. Qué pasa si soñamos que un día
toda lo que ocurre en la escuela pueda resultar interesante al chaval.
Es más, hasta nos atreveríamos a pensar por un momento
que lo que pasa en la escuela, materias, métodos, espacios
y relaciones, en general son interesantes para un chaval, y que
tal vez lo que falla es algún pequeño detalle, que
se nos escapa, o que por el momento dejaremos de nuevo se esconda
porque no es el objeto de este artículo.
Entonces en una escuela que es interesante el humor ya no tiene
sentido... Tal vez haya de ser así, para los que solo entienden
el humor como el divertimiento, para los que hacen separaciones
entre lo serio y divertido, entre el mundo de lo serio y lo importante
y el submundo de lo divertido, del pasatiempo, del entretenimiento,
del ocio, etcétera. O, en definitiva, los que hacen separaciones
entre el mundo adulto e infantil. Decía Pepe Viyuela: “Los
niños suelen reír mucho y no les confiamos tareas
‘serias’ hasta que no han empezado a crecer y ya los
hemos mutilado lo suficiente de su capacidad para ser frescos y
espontáneos, como para poder confiarles esas ‘responsabilidades’
de adultos. Es entonces cuando creemos que podemos confiar en ellos,
cuando la domesticación social los ha llevado a parecerse
al resto de la sociedad adulta”. Tal vez olvidamos que no
hay mundo adulto sin mundo infantil, que construimos el mundo adulto,
el propio, cuando somos niños y niñas, que construimos
mundo adulto, el social y general, cuando nos relacionamos, de una
manera o de otra, con los niños y niñas de hoy. Tal
vez olvidamos que en mucho de lo que este proceso mutila, podrían
estar las claves de una nueva persona, de esa que ansiamos tantos,
y que todavía hoy es tan urgente. Pero como dijimos un poco
más arriba, no es de esto de lo que vamos a hablar hoy.
Lo que queremos es encontrar un porqué para el humor en
educación. Recientemente leíamos un artículo
de Wenceslao Miguel Verdugo Rojas cuyo objetivo era el estudio,
buscar si existe relación entre el humor aplicado a las matemáticas
durante la clase, y la actitud hacia las matemáticas, que
los alumnos han desarrollado a lo largo de su carrera como estudiantes.
Este planteamiento, este espacio de investigación, se sitúa
a caballo entre lo que hemos estado comentando hasta ahora, el humor
como catalizador de energías negativas, y un nuevo paso que
queremos plantear. Antes de mencionarlo queremos explicar que en
cada nuevo paso que demos con el humor, queda recogidos los anteriores.
Es decir, aunque ahora vamos a ver una nueva función del
humor en educación, la anterior está recogida necesariamente,
con todo lo positivo que ella conlleva, pero intentaremos ir más
lejos. Por tanto, retomamos, podemos hablar de una función
pedagógica del humor.
Jesús Damián Fernández nos dice que el humor
tiene la siguiente función pedagógica: “Se agilizan
y enriquecen los procesos de enseñanza y aprendizaje. En
los procesos de enseñanza el humor es un componente que introduce
nuevas variables en la elaboración y transmisión de
información. En los procesos de aprendizaje el sentido del
humor ayuda a mejorar la calidad y el rendimiento de las tareas.
(Droin, R., 1993) Genera una actitud positiva ante la ocupación.
Ayuda a desarrollar la memoria y los procesos cognitivos. Favorece
la atención. Aumenta la motivación. Ayuda a mejorar
la relación educador–educando”. Poco se puede
añadir... Acaso recogeremos los resultados y las conclusiones
del artículo antes citado: “(...) mediante el análisis
paramétrico de regresión lineal o el coeficiente de
correlación Pearson, dando como resultado r= 0.8603, lo que
indica una fuerte correlación positiva entre las variables,
y significa que existe una proporción directa, entre más
uso del humor exista al momento de la clase de matemáticas,
mejor va a ser la actitud hacia las matemáticas. CONCLUSIÓN:
Este estudio sugiere la existencia de una fuerte relación
entre el humor aplicado en clase y la actitud de los alumnos hacia
las matemáticas”.
Hemos dado un paso más y nos hemos encontrado el humor con
una función pedagógica, y que nos parece imprescindible
en educación. Sobre esto hay ya importantes libros y artículos,
y por tanto no nos extenderemos, porque nosotros queremos dar un
paso más. Si leemos detenidamente las tres citas que hemos
propuesto hasta ahora en este artículo, encontramos una serie
de palabras muy interesantes: Actitud, motivación, relación,
frescos, espontáneos... Por aquí es por donde queremos
caminar finalmente. ¿Cómo es una persona que tiene
humor? Sin temor a caer en la exageración podemos decir que
las personas con humor en general son más alegres, más
optimistas, más motivadas, más energéticas,
más comunicativas, más receptivas, más ingeniosas,
más creativas, más tolerantes... Y esto es porque
quien vive con el humor integrado dentro de sí, lleva dentro
de sí esa primera función catalizadora que le permite
equilibrar sus energías, sus malos momentos, sus fracasos,
sus angustias... Y también lleva integrada la segunda función,
la pedagógica, que le ha abierto receptividad y motivación.
Podríamos extendernos muchísimo sobre todo esto, pero
preferimos remitir a trabajos más extensos, y sobre todo
al placer de observar la vida cotidiana, y de practicar y probar
en ella, y en la escuela, los que pueden.
Y si una persona con humor es un poco más así, como
la hemos pintado, qué ocurre con un grupo que tiene humor,
qué ocurre con una sociedad que tiene humor. Esto es lo que
queremos plantear. Queremos entender el humor como valor. Creemos
en él como un valor susceptible de ser potenciado entre las
personas, como una parte del modelo de persona y sociedad que queremos
construir. Y así es que creemos que es educable en nuestras
escuelas, donde vamos a proteger, desarrollar y hacer crecer este
valor que ya está en cada niño. Aquí está
tal vez la primera gran verdad educativa que no se puede abandonar
en el tema del humor. No vamos a dar al niño nada que no
tenga. Nuestro trabajo como educadores en este campo, menos que
nunca, no puede partir de concepciones de instrucción. Por
supuesto que el humor tiene muchos espacios y recovecos que ayudar
a desarrollar, a construir, a hacer surgir, y que necesita de nuevos
referentes... Pero particularmente en el tema del humor, quién
de nosotros, adultos, casi siempre adulterados, está en disposición
de la práctica, vivencia y teoría suficiente como
para erigirse un satisfactorio modelo educativo. Aunque tal vez,
también en otros muchos temas...
Nosotros creemos firmemente en que el núcleo de la educación
lo constituye la relación que se establece entre dos personas.
Creemos que sin poner en relación a dos personas no hay educación.
Esto es una afirmación cargada de ideología y que
amplía y cuestiona muchos de los modelos y prácticas
educativas que se realizan, y que nosotros mismos realizamos muchos
días. Decimos ‘dos personas’ porque queremos
colocar a las dos personas en el mismo rango, pues ambas tienen
algo que aportar a la relación educativa, ambas van a recoger,
a crecer en ella. Por supuesto que aquellos que somos educadores
llegamos con muchas cosas, necesarias y necesitadas, reflexionadas
y acertadas, pero olvidar que aquellos que son los educandos también
tienen mucho que aportar es cercenar el hecho educativo en su misma
base. La pedagogía en estos últimos años camina
en esta línea cuando afirma la necesidad de trabajar partiendo
de los intereses y necesidades de los niños, cuando habla
de metodologías personalizadas o participativas, así
como de trabajar con la familia y desde contextos comunitarios.
Por tanto, lo que queremos plantear es que en el tema de la pedagogía
del humor con niños y niñas debemos aceptar y reconocer
que tal vez nosotros seremos precisamente mucho más objeto,
que no sujeto, de crecimiento que ellos, y que ellos quizá
saben mucho más y que nos lo pueden aportar. En todo caso,
probablemente es más adecuado hablar de que ellos nos van
a ayudar a rescatar algo perdido u olvidado, arrinconado y lleno
de polvo, que nos van a servir de referentes, de compañeros
de acción educativa sobre la que podremos reflexionar, crecer.
Podemos hablar de un trabajo de reconstrucción, y por tanto
de reconstrucción en común. No tenemos la verdad sobre
el humor, sino que partimos con los chavales en un viaje a descubrirlo,
a crear espacios y actividades, a vivirlo, y a reflexionar sobre
él. Ellos pondrán la materia prima y nosotros hemos
de aportar nuestra experiencia en reflexionar, cuestionar, construir,
desarrollar...
Nos hemos extendido un poco en esto porque urge crear prácticas
y vivencias sobre el humor, y el aula es un lugar privilegiado,
donde pueden ser observadas y comentadas continuamente, para ir
creando las reflexiones necesarias, la base teórica desde
la práctica que cualquier educador necesita. Y es así,
como planteábamos más arriba, que desde el mundo infantil
construimos el mundo adulto, la sociedad del mañana, y del
hoy. Trabajamos con valores para hacerlos crecer, no para mutilarlos,
para incorporarlos en nuestra vida con toda sus potencialidades,
para estar presentes, para darnos claves de relación con
los demás y de construcción. Ahí está
el humor, en los comienzos y en la base de todas las personas, y
queremos hacerlo crecer como valor para la vida, junto con esos
otros valores que también se mutilan en el proceso de hacerse
adulto o adulterarse, como por ejemplo, la emotividad, la sensibilidad...
Pequeña bibliografía utilizada y también recomendada:
FERNÁNDEZ, Jesús D.: “Hacia una pedagogía
del humor”, Revista Ñaque: teatro, expresión,
educación, n.º 10, Ciudad Real, 1999
GARCÍA, Jule y VÍO, Koldobika G.: “El humor
en el aula (y fuera de ella)”, ICCE Madrid, 2005
VERDUGO, Wenceslao M.: “Uso del humor vs. actitud”,
http://whemy.aztecaonline.net/custom2.html
VV AA (IDÍGORAS, Ángel, Ed.): “El valor terapéutico
del humor”, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2002
VV AA: “El Libro blanco del humor”. (Textos pendientes
de edición, recogidos por Payasos sin Fronteras en 2002)
|
|