|
GUATEMALA: UN EDIFICIO DE CINCO NIVELES
(Introducción a un análisis de estratificación
social)
Edelberto Torres-Rivas
Sociólogo guatemalteco, académico, investigador,
consultor de PNUD-Guatemala. Es autor de múltiples obras,
ensayos y
artículos de amplia difusión y muy valorados por los
especialistas.
edelberto.torres@undp.org
Introducción
La sociedad guatemalteca se parece a un edificio extraño
de lejos, desagradable de cerca y que produce la impresión
que está a punto de implosión ; es una mezcla de estilos
arquitectónicos incompatibles e incongruentes: repugnante
en su estructura profunda de donde se elevan con dificultad muros
grises, sucios. Luego, en la base, breves espacios de ventanas deformes,
con las maderas y los vidrios rotos, como si fueran ojos enfermos,
orificios apiñados, dando la sensación de un pesado
conjunto de estrechos departamentos con jirones de ropa secándose
en el exterior. Hasta aquí, sin duda, es una edificación
a la que nunca se le ha dado mantenimiento. Mas arriba, muy arriba,
el edificio va ganando en limpieza y proporcionalidad, dando una
sensación de bienestar cuando culmina finalmente en lo alto
con un moderno estilo señorial, ligero y elegante. El contraste
de su sección superior es visible por la limpieza, el orden
y la dignidad de sus espacios de luz, flores y sol. Y porque se
encuentra, lejano y ajeno de la base.
¿Tiene cinco o tres pisos? Parece un edificio de tres niveles
hacia arriba y dos ocultos hacia abajo. En el interior de esta desfigurada
construcción, contradictoria conviven con disgusto casi general
mas de 11.4 millones de ciudadanos guatemaltecos y guatemaltecas.
En la dinámica de toda sociedad contemporánea ocurren
procesos de diferenciación socioeconómica y cultural
en su interior, el más importante de los cuales se relaciona
con el desigual acceso a la riqueza que esa sociedad produce y a
los servicios que ofrece. Unos reciben y consumen menos que otros
y exhiben entre sí sustanciales diferencias de cultura, en
el disfrute de la vida, en el poder político y en las influencias
públicas de que disponen. Se dice que ocupan diferentes posiciones
en la estructura social, manteniendo entre si considerable distancia.
Hay también en esta sociedad otros importantes mecanismos
divisorios.
En Guatemala hay notables contrastes entre el mundo rural y urbano,
especialmente si la comparación con aquel se hace a partir
de la zona metropolitana de la ciudad capital. También hay
fuertes discrepancias de género, visibles en la condición
subalterna de la mujer, aún atrapada en la cultura machista,
patriarcal y violenta. La hendidura étnico-cultural es más
visible y decisiva en el funcionamiento del conjunto social porque
las relaciones interétnicas se alimenta del veneno del racismo
y la discriminación, de desconfianzas y rencores históricos.
Pero la mayor fuente de diferencias se aprecia cuando se le examina
como una sociedad estratificada no sólo por el ingreso material
sino por la magnitud de las enormes desigualdades que se han producido
en su interior. La estratificación guatemalteca es la expresión
polarizada de sus múltiples desigualdades, una de cuyas manifestaciones,
la más utilizada por su valor descriptivo apunta a la dinámica
de las inclusiones/exclusiones que mueve las relaciones sociales
de la población. A continuación se propone una descripción
libre, pero en parte apoyada en información estadística
oficial y manejada responsablemente. Una manera metafórica
de aproximarse a la realidad de una sociedad muy heterogénea
se hace ‘mirando’ cómo viven en el interior de
ese edificio de cinco pisos la población nacional . Ella
esta dividida en cinco estratos sociales, de calidades y tamaños
significativamente distintos.
El Sótano 2
En el sótano dos del edificio, estrecho, sin luz y sin agua
potable sobreviven en un pequeño espacio un poco mas de 2
millones de personas, que corresponden a unas 329 mil familias hacinadas
en un promedio de 3.5 personas por habitación, con 4.3 hijos
promedio . Corresponden a lo que llamamos el “estrato bajo
extremo” de la sociedad guatemalteca y que lo forman el 18.8
por ciento de la población total. De ella, el 71 por ciento
corresponden a población maya, de las distintas etnias indígenas
y un 29 por ciento de ‘ladinos’ o mestizos, también
en condiciones próximas a la de mendicidad o pobreza absoluta.
La población de este estrato, sumergido en el fondo de la
clasificación social es muy joven, un 54 por ciento son menores
de quince años. La pobreza tiene un rostro infantil.
. El sótano tiene un aspecto de cárcel, antihigiénico,
prácticamente sin acceso a servicios básicos de saneamiento,
agua potable y electricidad y también con un escaso acceso
en equipamiento doméstico . Es un mundo de oscurantismo e
ignorancia, el 43 por ciento son analfabetos y el promedio-años
de escolaridad es de 0.8.
El ingreso mensual per capita (promedio) de estos indigentes fue
aproximadamente de 121.19 quetzales (año 2000), es decir,
la estremecedora cifra de 4.03 quetzales diarios (49 centavos de
dólar) que no alcanza para sino para comprar una docena de
tortillas. Del Sótano 2 salen muchos a buscar ‘desechos’
en los basureros, cuando son urbanos o recoger el herbaje en el
campo. En su mayoría, el 75 por ciento son campesinos, por
cuenta propia el 36 por ciento y sin remuneración alguna,
el 21 por ciento. Son pues campesinos sin tierra, de subsistencia.
En otra óptica clasificatoria el 78 por ciento del extremo
bajo extremo se encuentran en el sector informal. Padecen hambre
crónica y altísimos niveles de desnutrición.
El mundo del sótano es violento, de una solidaridad frágil,
que afecta brutalmente la vida de todos pero especialmente a las
mujeres y a los niños, prisioneros de relaciones rudas e
inestables. El 36% de los hogares tienen jefatura femenina y presentan
el mayor promedio de hijos por familia de todo el país.
Esta población es fuertemente despolitizada en el sentido
de desinterés por los asuntos públicos. Probablemente
es muy baja la proporción de los que votan, no están
organizados por lazos de interés común. Son los radicalmente
excluidos de la vida social por su condición cultural de
impotencia (powerless) para reaccionar positivamente con proyectos
propios . Están atrapados y no pueden ver la salida. ¡El
Sótano no tiene puertas ni otras salidas; para estos indigentes
es virtualmente imposible escapar¡
El Sótano 1
Este piso inferior también es parcialmente parte del Sótano
2, con el que tiene pocas discrepancias; se eleva y se diferencia
solamente por un pequeño espacio físico y una breve
distancia social. Este nivel, que reúne a la mayoría
de la población nacional, forma lo que llamamos el estrato
“bajo” de la sociedad. Habitan en el Sótano Uno,
5.6 millones de ciudadanos (49.4% del total), es decir la mitad
de guatemaltecos y guatemaltecas todos en situación de pobreza.
El ingreso mensual per capita (promedio) es de 256.15 quetzales,
es decir, 8.53 diarios (un poco mas de un dólar diario).
En la medición internacional de la pobreza este estrato está
por debajo del estándar o nivel mínimo que establece
un ingreso de 2 dólares diarios por persona. Los habitantes
de ambos Sótanos suman y forman esa desconcertante mayoría
de pobres, un 68.2 por ciento del total nacional. Guatemala es un
país de pobres, pero más agudas son las desigualdades
múltiples que siempre acompañan la carencia de ingresos.
Es entonces, además, una sociedad injusta.
Viven en este fondo social un millón de hogares, con un
promedio por familia de 3.5 hijos y con un 47 por ciento que son
menores de quince años. De nuevo, la pobreza tiene una cara
juvenil. Este estrato bajo está formado por una ligera mayoría
‘ladina’ de 2.9 millones de personas (51.1%) en relación
con 2.7 millones de indígenas. Este, es un universo mestizo,
de un fuerte sincretismo cultural que podría representar
en su conjunto una referencia fundamental de cómo es la sociedad
guatemalteca. La distancia entre los que habitan el sótano
y los que están en este piso es corta y el piso frágil,
que facilita un tránsito intenso entre uno y otro nivel,
una perversa movilidad social que es mas bien un movimiento circular
sin ascenso alguno. Y por ello, sin esperanzas¡
Se parecen mucho a los habitantes el nivel mas bajo. El 20 por
ciento son analfabetas y tienen 2.5 años promedio de escolaridad.
El 73 por ciento son trabajadores del sector de la economía
informal, o sea disfrazan así el desempleo abierto con diversas
modalidades de subempleo; el 48 por ciento están en el campo.
De hecho su trabajo es irregular e incompleto, sin ninguna calificación.
Un buen número de mujeres van al servicio doméstico.
Es probable que también del estrato bajo, igualmente violento
y con débiles mecanismos de internalización de los
valores de la convivencia social, salgan las ‘maras’
y se recluten aquí una regular cantidad de malhechores, carne
de presidio y cementerio. No hay datos certeros pero de la información
periodística puede inferirse que aquí y en el piso
anteriormente descrito aparecería lo que se llama el “lumpen”
proletariado y cuyo rasgo mayor es su desclasificación social,
su marginalidad que los hace víctimas de las drogas, del
aguardiente degradado y como se dijo antes, de conductas antisociales.
No están organizados en función de algún
eje de interés colectivo, son desconocedores de la política
nacional; y seguramente sólo un número menor de gente
del “estrato bajo” participa en las elecciones, por
el agobio material de su difícil sobrevivencia. No leen la
prensa y no tendrán nunca la oportunidad de leer un libro,
viven un clima de oscurantismo, aunque algunos de entre ellos son
adictos fervorosos de la radio que constituye su mejor medio de
información. En este nivel hay muy pocas puertas de salida
y las relaciones sociales son igualmente rudas y desesperanzadoras.
El Primer Piso
Los habitantes del Primer piso constituyen el “estrato medio
bajo” de la sociedad guatemalteca, y lo forman 2.5 millones
de personas que equivalen al 22.5 por ciento del total nacional.
Las diferencias promedio de los miembros de este ambiguo estrato
socioeconómico con los sectores bajos de la sociedad (que
se han descrito anteriormente) no son pocas pero reveladoras por
un lado de la homogeneidad, por el lado de la pobreza, de la inmensa
población guatemalteca y, por el otro, de su indudable heterogeneidad.
En este piso vive menos de un cuarto de la población del
que ya sólo 528.329 son indígenas, es decir el 20.5
por ciento. Ya aquí sólo el 36 por ciento son menores
de quince años y tienen un 2.8 hijos promedio por familia.
Este es todavía una parte fachosa del edificio, mal mantenido,
con aspectos aún sombríos, pocas ventanas pero con
algunas puertas, donde sus habitantes tienen un ingreso mensual
(promedio) por persona de 634.38 quetzales, es decir, 21.14 quetzales
diarios (US 2.64). Es esta una cifra que les permite un consumo
algo superior al precio de la canasta mínima per cápita
que se calcula en 350.00 quetzales , pero aún insuficiente
para atender las necesidades elementales del bienestar personal.
Del “estrato medio bajo” salen un 32 por ciento de empleados
del comercio y servicios (llamados trabajadores de ‘cuello
blanco’) y un 20 por ciento de trabajadores de fábricas
o empresas, un 58 por ciento son ‘dueños’ de
las microempresas del sector informal de la economía ; y
también la baja burocracia estatal. En una perspectiva ocupacional,
del total de empleados públicos, un 35 por ciento pertenecen
a este estrato y un 35 por ciento laboran en la enseñanza.
La escolaridad de esta clase media baja es de un promedio de 6.2
años y el 98 por ciento son alfabetos. Este sector social
experimenta de manera muy sensible y con efectos malignos, más
que los otros estratos, los efectos de las crisis económicas,
del estancamiento y de manera especial, de la inflación,
por la fragilidad de su status social, que cuidan y del cual dependen
emocionalmente. Aquí se encuentra el típico mestizo,
ese que reniega de sus evidentes raíces indígenas
y se comporta reconociendo negativamente a los más pobres
y a los claramente indígenas (conducta común en otros
estratos). Son en su mayoría urbanos, compran la prensa popular
(Al Día y Nuestro Diario), se movilizan en autobús
y un pequeño sector tienen automóviles, viejos casi
siempre, que cuidan con fervor filial. Compran en tiendas y supermercados
de barrio, toman ‘venado’ o ‘indita, y se surten
de ropa comprada en PACA. Un buen porcentaje vota y tienen alguna
experiencia organizacional o de participación, sindical,
barrial o de otro tipo y una mayor aproximación a la vida
pública, a la política. Forman un porcentaje alto
de los fanáticos y del público que llena los estadios
de fútbol y son los que asisten con la familia a los espectáculos
gratuitos.
El segundo piso
En este segundo nivel del edificio ya se descubre un horizonte
mejor. Hay algo para otear y ya a estas alturas, bien pintado, ventanas
con cortinas, portones de automóvil, algunas con jardines,
salas y alfombras y pinturas casi nunca originales; también
una pretenciosa exhibición de un interior casi siempre con
dudosos arreglos de mal gusto. Muchos viven en condominios que imitan
el apartheid de la clase alta. Aquí habita el “estrato
medio” de esta sociedad, cuyos rasgos típicos coinciden
con la heterogeneidad de las clases medias del subdesarrollo. Es
decir, la esperada dispersión de sectores socialmente intermedios
que se mueven entre el temor de ‘caer’ en la pobrería
y las esperanzas de ‘subir’ donde vive la gente decente.
En este piso hay varios subniveles. La forman 894.613 personas (un
7.8% del total nacional), de los cuales ya sólo el 6.8 por
ciento son indígenas y 9.5 por ciento rurales, constituyendo
grupos de ‘ladinos’ heterogéneos por la pigmentación
de su piel, con identificaciones dolorosas por su condición
de mestizos de diverso color. Son en su inmensa mayoría los
‘ladinos’ guatemaltecos de esa falsa dicotomía,
que también reniegan de sus orígenes indígenas,
mas o menos visibles.
El estrato medio lo forman 220.364 hogares, en su mayoría
la familia nuclear con 2.1 hijos promedio y ya sólo un 29
por ciento de la población menor de los quince años.
Recordando de nuevo el valor variable del promedio, estos sectores
tienen un ingreso mensual personal de 1.558.81 quetzales, equivalente
a 51.96 quetzales diarios (US 6.50), es decir con una capacidad
para ‘consumir’ el equivalente a 3 canastas básicas.
Este ingreso les permite disfrutar (como promedio) de razonables
condiciones de bienestar, un equipamiento domestico a la altura
de sus ideales de consumo, lo que se traduce en una disponibilidad
de los electrodomésticos básicos, celulares, TV y
DVD, computadoras, automóviles no siempre de segunda mano.
El servicio doméstico aparece ya en buen número.
Los estratos medios presentan una variabilidad muy grande de formas
de ingreso (salarios, beneficios, ganancias, intereses, etc.) pues
incluyen la llamada ‘pequeña burguesía’
(propietarios medianos de las mas variadas actividades comerciales,
servicios, manufacturas rurales y urbanas), profesionales liberales
de diversa calificación, asalariados del sector público
o privado, o independientes, así como empleados calificados
con alta remuneración. Por categoría ocupacional el
46 por ciento son empleados de la empresa privada y un 18 por cuenta
propia. Según el sector de actividad, del empleo en el sector
financiero 42 por ciento salen de los estratos medios, el 36 por
ciento en la enseñanza y en el sector público el 28
por ciento.
Son todos alfabetos, con once años promedio de escolaridad
lo que revela un sector alto con educación superior completa.
Forman parte del gran público de los cines, los restaurantes
y los espectáculos pagados. Leen y en el nivel superior hablan
otro idioma. Sin duda pertenecen a ese ciudadano que tiene 2 probabilidades
entre l0.000 de tener educación en arte, a los 2 de cada
1.000 que tienen la posibilidad de leer un artículo en los
diarios y a los 3 de cada 50.000 personas que pueden asistir a un
concierto a lo largo del año . Los hogares de este sector
intermedio envían a sus hijos a la Universidad, y no a las
privadas precisamente; los sectores bajos del estrato medio exhiben
un nivel de bienestar hacia fuera que en numerosos casos los endeudan
crónicamente o que financian con tarjetas o al crédito.
Muchos de este nivel, visten ‘ropa semi nueva’ que aseguran
comprar en Miami.
Pero sin duda forman lo que se llama ‘la opinión
pública’ nacional, participan desigualmente en la vida
de los partidos políticos y en otras actividades deportivas,
sociales y culturales y de este Piso salen quienes dirigen en buena
medida el Estado, el ejército, la iglesia, las universidades
y otras instituciones públicas y privadas. Los “estratos
medios” utilizan la computadora, empiezan a entrar a Internet,
a experimentar la ingesta de vinos y licores extranjeros, por lo
general sin gusto para discriminar. Hacen turismo interno y cuando
pueden, cumplen con el ritual de llevar a los nenes a Orlando. En
este nivel hay numerosas puertas pero recuérdese que en este
edificio no hay ascensores. La movilidad social, cuando ocurre,
no es estructural sino estrictamente individual. Y puede suceder
que sea descendente.
El Penthouse
El tercer nivel es el Penthouse del edificio, donde este adopta
la forma elegante de la construcción moderna, llena de luz
y sol, grandes espacios, vidrio y caoba pulida, silencio e higiene,
agua abundante hasta para la grama verde con árboles y flores,
extensas paredes casi siempre en una modalidad defensiva de un apartheid
social. Habitan aquí el 1.5% de la población nacional,
urbana, equivalente a 166.717 personas, de las que sólo una
minoría de 4.459 personas son indígenas (2.7%). Del
total, un 25 por ciento son menores de quince años y aumenta
el número de adultos mayores. Los hogares de este llamado
“estrato alto” de la sociedad tienen un promedio de
2.4 hijos; la composición de la clase alta en Guatemala no
es muy heterogénea y hay una minoría que concentra
en grado extremo una altísima calidad de bienestar (que aquí
no es posible describir). En estrato alto tiene como promedio un
ingreso mensual por cabeza de 4.658.67 quetzales, equivalente a
155.28 quetzales diarios (19.48 dólares), lo que se traduce
en una desigualdad equivalente a 384 veces más de lo que
reciben quienes viven en el Sótano.
En general la élite que habita el Penthouse tiene espacios
a su disposición en la forma de varias salas y dormitorios
con pantry y ‘walking closset’, sitios privados de diversión,
jardines, ‘garages’. Disponen de abundante servicio
doméstico, choferes y guarda espaldas. Son todos alfabetos
y muchos bilingües; la escolaridad es de 14.3 años promedio.
Disfrutan del total ideal en lo que se refiere a la disponibilidad
de electrodomésticos, TVs, computadoras, automóviles
de lujo y para otros usos y en numerosos casos, helicópteros,
avionetas y lanchas de motor.
El estrato alto está formado por propietarios y gerentes
(socios o no) de los más importantes activos productivos
tanto en el país como en el exterior y sus principales fuentes
de ingreso son los beneficios (ganancias) del capital invertido
productivamente, intereses, bonos y otras derivaciones del capital
financiero. El 19 por ciento está en el comercio, el 18 por
ciento en finanzas y 18 en servicios. Es una élite criolla
y/o blanca europea y sólo excepcionalmente es mestiza; practican
la endogamia y el racismo y formas abiertas de discriminación
en sus relaciones sociales. Viven de cara al exterior, con el corazón
y la bolsa principalmente en los Estados Unidos. Tienen un alto
grado de organización gremial, activa vida social y cultural
pero menos participación directa en las lides políticas,
la que practican en defensa de sus intereses por interpósita
mano. En el interior del Penthouse hay una importante interacción
personal y grupal, competencia, odios y amores en clave de negocios,
matrimonios y otras aventuras propias de la ‘clase’
dominante. Viven aquí, segregados positivamente, los que
se reconocen como ‘los dueños del país’.
Colofón
Lo anterior es una descripción que ata de manera personal,
información estadística cierta con opiniones y juicios
discutibles sin duda, pero con cierto contenido histórico
de verdad. Lo importante, por la discusión habida en el Seminario
donde se presentó, son tres conclusiones que reflejan realidades
ya conocidas, ciertamente, pero presentadas por vez primera con
respaldo estadístico. La primera, son las distancias sociales,
económicas y culturales de una sociedad reconocidamente desigual,
especialmente para los sectores indígenas. La segunda es
la magnitud de la pobreza, que mas que simbólicamente representan
los habitantes de los dos sótanos y un buen sector del primer
piso. Y la tercera, es la distancia que con relación a estos
tiene la elite que vive en el penthouse. Una sociedad menos desigual
no tiene la forma de una pirámide sino de una cebolla: fuerte
y numerosa clase media, una base menos extensa y una cúpula
como un vértice mayor. Nótese que es un edificio sin
ascensores. Una sociedad sin movilidad social ascendente, es una
comunidad donde sus habitantes no tienen esperanzas de futuro. Ni
para ellos ni para sus hijos.
Edelberto Torres-Rivas
Ciudad de Guatemala, julio 2002 |
|