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Creatividad Operativa
Un acercamiento sistémico y pragmático a la capacidad
de generar ideas de las organizaciones
Juan Rodrigo
ATICO. Consultores de Creatividad
atico@sarenet.es
RESUMEN
Las organizaciones y las empresas son sistemas abiertos. Dinámicos.
Autoorganizados y coevolutivos, que interactúan con el entorno
en un intercambio que pretende el mutuo beneficio.
Las empresas y las organizaciones son sistemas que necesitan aprender
a generar nuevas respuestas y propuestas, en un entorno que cambia
de manera vertiginosa.
Para permanecer vivas, las empresas deben innovar de forma constante.
Y para ello necesitan crear. Pensar la innovación. Recombinar
nuevos y viejos conocimientos con los que hacer posible esa innovación.
Si queremos ayudarlas, debemos poner a su disposición conceptos,
conocimientos, herramientas y métodos que les permitan crear
más, y crear mejor, para crear aquello que necesitan. Para
convertir su capacidad creativa y su acción creadora en una
base operativa real de sus estrategias de innovación, de
mejora y de diferenciación.
Conceptos centrales: Generatividad. Sistemas. Autoorganización.
Emergencias. Aprendizaje. Metodologías.
ABSTRACT
Organisations and companies are open systems. Dynamic. Self-organised
and co-evolutionary, which interact with the environment in an exchange
that aims at mutual benefit.
Companies and organisations are systems that need to learn how to
generate new responses and proposals, in an environment that is
changing at a dizzy rate.
To stay alive, companies must constantly innovate. And to do so,
they need to create. To think innovation. To combine new and old
knowledge that makes that innovation possible.
If we want to help them, we must place concepts, knowledge, tools
and methods at the their disposal to enable to them to create more,
and to create better, to create what they need. To convert their
creative capacity and their creating action into a real operational
base for their innovation, improvement and differentiation strategies.
Keywords: Generativity. Systems. Self-organisation. Emergencies.
Learning. Methodologies.
Un acuerdo previo
Antes de avanzar, quiero pedir disculpas por ese apellido que le
he colocado al termino creatividad, ya de por si bastante liado,
confuso y embarrado con las más de 400 definiciones que se
le atribuyen. Porque no es mi intención contribuir en nada
a ese desbarajuste, propiciado por lo que parece una resistencia
tenaz a utilizar el término siempre con el mismo significado,
o al consenso sobre el concepto.
Desde esa confusión la creatividad puede ser tanto una característica
de la personalidad como un rasgo de carácter, una propiedad
de las personas, el resultado de un proceso de creación,
un tipo de conducta, o el proceso en si mismo. Y también,
por qué no, una decisión o una filosofía vital.
Y así, confundiendo el todo con las partes y las partes con
el todo, se vuelve imposible pensar con claridad.
Por eso quiero proponer como un acuerdo, al menos hasta el final
de este escrito, una definición. Una definición que
se concreta en la pura y simple capacidad de generar ideas. Ideas
como formulación de nuevos problemas y retos y de nuevas
soluciones y respuestas. O unidades de acción que dice Binnig
(1996).
¿Podemos dejar definida la creatividad, para aquí
y para ahora, como la capacidad de generar ideas con valor, nuevas
y útiles, en un campo determinado de conocimiento?. Nuevas
Bisociaciones, en terminología de Koestler (1983), más
o menos inesperadas, más o menos insólitas. Una definición,
en su puro esquema, muy próxima a la que propone Drevdahl
(en Sikora, 1979) como “La capacidad humana de producir resultados
mentales de cualquier clase, nuevos en lo esencial y anteriormente
desconocidos para quien los produce”.
O, por decirlo de otro modo, la capacidad de plantear y resolver
retos y problemas de los que no conocemos la solución. Una
capacidad que se apoya y se relaciona en la capacidad de descubrir,
comprender, recordar y transformar. Una capacidad humana, tradicionalmente
referenciada en los individuos, y basada en lo que podríamos
identificar como generatividad simbólica.
Si podemos establecer eso como un acuerdo, aunque sea momentáneo,
creo que podemos asumir ya la conceptualización de la creatividad
como una capacidad sistémica. Una capacidad de todos los
sistemas humanos.
Generatividad y Creatividad
“Son nuestras teorías las que determinan lo que podemos
observar” (A. Einstein)
Vayamos al origen. Empecemos por el principio.
Hace unos trece mil setecientos millones de años una pequeña
bola de temperatura, de calor, de energía, implosionó.
Al hacerlo genero el tiempo, y este universo del que somos parte.
Allí, en aquella bola, estaba en potencia todo lo que ha
existido, existe y existirá en este universo. Todo. Y estaba,
lo llamemos como lo llamemos, una tendencia a la complejidad.
Con el tiempo ya en marcha, con el cambio ya en marcha, generada
la diferenciación inicial, se formaron las primeras pequeñas
partículas elementales, partículas subatómicas,
que comenzaron a juntarse, a combinarse y a recombinarse, para formar
elementos cada vez más complejos. Primero, átomos
de hidrógeno. Poco después, átomos de helio,
poco después...moléculas.
Elementos que comenzaban a manifestarse como diferentes, y a manifestar
propiedades distintas, previamente inexistentes en los elementos
que los constituían. Elementos que comenzaron a evolucionar
y a recombinarse, en un proceso que generaba cada vez más
de lo que antes no existía. Comenzó un proceso de
complejización. De la energía emergió la materia.
De la materia en interacción con la energía, de lo
inorgánico, emergió la vida. De la vida en interacción
con todo lo anterior, emergió la conciencia.
Y el proceso continua. De la conciencia, de lo simbólico,
emergen las ideas.
Hemos cambiado de paradigma.
Hemos pasado del relato de un universo creado, a la explicación
de un universo que se está creando. Que no existe como totalidad
acabada. Hemos pasado de un universo que teníamos que investigar
para conocer, a un universo en continuo cambio generativo.
Un cambio en el que sin duda estamos participando. Hemos pasado
de la creencia en un mundo dado, a la revelación de un mundo
que se autoorganiza.
Pensar en creatividad desde esta perspectiva abre nuevas
posibilidades de comprensión y explicación.
Para empezar, porque podemos considerarla integrada en un concepto
más amplio que referencia la capacidad de generar nuevas
emergencias y nuevos sistemas que antes no existían. La Generatividad.
El cosmos, el universo, es generativo. Tiende a la complejidad y
va generando, genera, lo inexistente por interacción entre
lo previamente existente.
Lo hace desde lo físico, al parecer, con la intervención
de unas pocas fuerzas elementales. Y lo hace desde lo orgánico,
desde lo biológico, con esos pocos procesos básicos
que Lynn Margulis (2001) ha propuesto en su modelo de creación
de la vida. Procesos sencillos. Mecanismos sencillos capaces de
complejizar y complejizarse hasta formar, por ejemplo, redes neuronales
que pueden pensar y reflexionar sobre los propios mecanismos que
las originaron. Unos mecanismos que, siguiendo a Mandelbrot (1990)
en su teoría de los fractales, parecen mantener regularidades
evidentes con los mecanismos evolutivos y creativos. Los mecanismos
de interacción de los sistemas. Los mecanismos que generan
cada vez mayor complejidad, mediante emergencias que no estaban
en ninguno de los elementos que componen el sistema.
¿Los mismos para generar materia, vida, o conciencia?.
Acercarnos a la creatividad desde la generatividad, acaba con algunos
mitos. Acercarnos a la creatividad desde la sistémica, acaba
con otros cuantos. Sobre todo porque nos permite abandonar con rapidez
las posiciones que consideran a la creatividad como una excepcionalidad.
Como una rareza. Como una infrecuencia.
Y porque empezamos a comprender de forma diferente ese misterio
autoimpuesto por creencias que deberían ser constantemente
revisadas.
Siguiendo a Watzlawick (1986) y a la Escuela de Palo Alto, cuando
formulan sus axiomas de la comunicación humana, podríamos
afirmar que no creamos. Que estamos creando, inmersos en un proceso
de creación constante. Que es imposible no crear mientras
se permanece en interacción. Y que estamos en permanente
creación
Generamos, creamos, como partes que somos de sistemas más
amplios, aunque no nos lo propongamos. Generamos, y creamos, como
totalidades en interacción con un entorno que nos retroalimenta.
Somos generativos porque interactuamos en un universo que es generativo.
Somos creativos porque de esa interacción sistémica
ha surgido, desde los principios que formaron el resto del universo,
un cerebro que opera en el terreno simbólico. Y que nos permite
realizar procesos de ensayo y error con un coste sensiblemente menor
y una enorme economía de recursos. Creamos, podríamos
decir, a imagen y semejanza de cómo genera el universo. Porque
somos universo.
Pero además, podemos crear, podemos generar ideas, podemos
inventar conocimiento, de forma intencional. Para generar nueva
diversidad y complejidad sabiendo lo que hacemos. Creando obsolescencia
de forma deliberada, y evaluando cuándo y cuánto de
lo que hacemos es despilfarro, derroche, o riqueza.
A lo que generamos con nuestra capacidad simbólica le llamamos
creación. Y a lo que nos permite generar ideas, a nuestra
capacidad de generar ideas nuevas y útiles, lo llamamos creatividad.
Creamos, como lo hacemos, porque nuestra capacidad simbólica
nos permite actuar e interactuar sobre las totalidades, sobre los
sistemas, situándonos, al mismo tiempo, fuera y dentro de
ellos.
Los humanos, cada humano y los conjuntos de humanos, somos y pertenecemos
a sistemas creativos. Estamos dentro de sistemas que cambian y que
nos cambian con las ideas que esos sistemas crean. Y cambiamos los
sistemas con nuestras ideas.
Gracias a Koestler, ese gran desaprovechado de la teorización
sobre la creatividad, disponemos de un concepto potente para entender
y comprender los sistemas: el Holón. Un concepto para designar
a los “todo-parte”, a las unidades compuestas de partes
en interacción, y que son parte a su vez de otros todos.
Y que son y se comportan simultáneamente como todos, y como
partes. Un concepto prácticamente equivalente al de sistema
de Bertalanffy (1976), y válido tanto para designar sistemas
como subsistemas.
Comprendemos así la creatividad como una capacidad sistémica.
Una capacidad que nos permite simbolizar los cambios. Y a los sistemas
humanos, abiertos y autoorganizados, como sistemas que generan ideas.
Emergencias simbólicas, emergencias conceptuales, que no
estaban en ninguna de sus partes. Que no estaban en ninguna parte.
Y podemos comprender también que los sistemas son y serán
más o menos creativos, más o menos generadores de
ideaciones, en función de los elementos que los componen,
de la interacción entre esos elementos, y de las interacciones
del sistema con su entorno, entendido como parte, a su vez, de un
sistema mayor.
Que algunos sistemas serán, inexorablemente, poco creativos.
De baja capacidad creativa. Y que otros se manifestarán como
de alta potencialidad. Todo ello en función de los elementos
que los componen, del propio funcionamiento del sistema, o de la
calidad y frecuencia de las relaciones con el entorno.
Todos somos un sistema.
Explicar la producción de ideas desde una perspectiva sistémica
permite abrir con naturalidad el concepto de la ideación
a los sistemas grupales, sociales o culturales.
Implica también la posibilidad de incluir una perspectiva
temporal, considerando cada creación dentro de procesos creativos
más amplios, y comprenderla como una puntuación, como
una etapa de un proceso creativo-evolutivo más duradero.
El enfoque sistémico implica también una visión
macroscópica, necesaria para la comprensión de los
fenómenos, que incluye el marco en el que se produce la creación.
No podemos explicar la generación de ideas, la emergencia
de ideas, sin incluir en el sistema el entorno en el que el sistema
crea.
Como apunta Morin (2001), “el sistema no puede ser comprendido
mas que incluyendo en si al ambiente”.
Las ideas que se generan en un determinado sistema, son ideas que
pertenecen a un sistema más amplio. Las ideas que se generan
en una organización o en una cultura, aunque estén
generadas por una persona identificable y concreta, son ideas de
ese sistema más amplio. Porque sin ese metasistema, sin ese
entorno, sin la interacción entre sistemas mayores y sistemas
menores, esas ideas no se hubieran producido nunca.
De la misma forma que afirmamos que el ser humano es un ser social,
y que ningún individuo es humano sin socialización,
podemos estar seguros de que ninguna idea hubieran podido producirse
sin la existencia de un grupo llamado humanidad, sin la interacción
que el sistema humanidad ejerce.
La creatividad es una capacidad humana. De todos los sistemas humanos.
Somos creativos porque somos humanos. La creatividad es una capacidad
en personas, grupos, organizaciones y culturas, entendidas como
sistemas y subsistemas humanos. Cada persona, cada grupo, cada organización,
cada cultura, tiene una determinada capacidad, diferencial y diferenciada,
de generar ideas en ámbitos determinados.
Participamos, estamos en un proceso de creación colectivo,
del que somos uno de los elementos, una de las partes. Somos creadores
en un proceso creativo de toda la humanidad.
La creatividad es una capacidad que ha generado todas nuestras culturas,
compartiendo pensamiento a través de símbolos, en
una red cada vez más visible como un cerebro colectivo. Y
de la misma forma que el sistema humanidad comprende todo los que
los seres humanos hemos ideado a lo largo de la historia, el sistema
cultura comprende todo lo ideado por grupos amplios que comparten
valores y costumbres.
Sistemas que hacen posible, que son capaces de generar ideas que
ninguno de los individuos podría generar por separado, y
que nunca seria capaz de crear sin pertenecer a un sistema más
amplio.
Ninguna de las ideas que se han producido en una determinada cultura,
en un determinado espacio-tiempo, se hubieran producido sin las
interacciones que se produjeron en ese espacio temporal. Ninguna
de las ideas que se han generado por alguna de las personas que
han existido, hubieran existido sin esa interacción social.
“Hay una mente más amplia de la cual la mente individual
es sólo un subsistema”.
(Gregory Bateson)
Con este enfoque, podríamos llegar a concluir que da lo
mismo quien genere la idea, y que incluso cuando ponemos el foco
en lo individual, la creatividad es una capacidad que no depende
ni se explica de forma lineal por la intervención con más
o menos peso o presencia de uno u otro factor de ese sistema individual.
En los sistemas autoorganizados, la causa es la interacción.
Son las relaciones, las interacciones complejas y especificas entre
los múltiples elementos que componen cada sistema creativo,
las que explican y determinan la capacidad de generación
de ese determinado sistema, sea personal, grupal, organizacional
o cultural.
No es la persona, ni el producto, ni el proceso, ni el ambiente,
ni la motivación, ni el conocimiento del campo...lo que explica
el fenómeno creativo.
Son las interacciones entre entornos sociales y culturales en los
que se inscribe el sistema, habilidades especificas de pensamiento,
sistemas de conocimientos disponibles, situación del campo
en el que se generan las ideas, y situación y relación
del sistema dentro de ese campo, interacciones entre y con otros
subsistemas, operaciones mentales puestas en juego, inteligencias
especificas necesarias o adecuadas, visión, capacidad para
definir y perseguir objetivos y metas formuladas y propuestas, intencionalidad,
perseverancia, trabajo, dedicación, resistencia, situación
y calidad neuronal... las habilidades lingüísticas,
lo imaginativo y lo conceptual, el afán de logro, la salud
del sistema, su sensibilidad, la voluntad, la libertad, las limitaciones...
Características entre las que, desde luego, tenemos que
incluir y valorar las que se explican desde la Psicología,
pero que no son ni únicas ni suficientes para entender y
explicar en toda su amplitud y complejidad la capacidad creativa
de un ser humano. De ningún ser humano. Tenemos que situarlas
en un contexto más amplio.
La concepción sistémica de la creatividad no excluye
al individuo, ni mucho menos. Pero le re-sitúa como una parte
de esa creatividad y de esa creación colectiva, en la que
participa como elemento activo, y de la que depende, reconociendo
y teniendo en cuenta las diferencias entre los tiempos individuales
y los tiempos grupales, colectivos, que superan los límites
espaciotemporales de un individuo.
Parece evidente que ninguno de los modelos ofrecidos para explicar
el fenómeno creativo desde la individualidad, explica la
totalidad del fenómeno. Las experiencias de quienes han trabajado
en grupos creativos, en equipos creativos, demuestran que muchas
de las ideas que surgen en esos equipos, aunque afloren en uno solo
de los cerebros, no surgirían sin la presencia y el trabajo
del resto del equipo. Las ideas, podríamos decir, surgen
en el entorno creativo. Del entorno creativo.
Una capacidad grupal. Una capacidad de las organizaciones.
Si circunscribimos nuestro pensamiento, nuestra reflexión,
nuestro foco y nuestra acción a lo que tenemos que hacer
para que los individuos de una organización sean más
creativos, no estaremos pensando en lo que podemos y tenemos que
hacer para que las organizaciones, en tanto que sistemas, sean más
creativas. Estaremos pensando en cómo podemos actuar sobre
los individuos, y no en como podemos actuar sobre un sistema más
amplio, capaz de crear lo que un individuo no podrá crear.
Considerar a las organizaciones como sistemas creativos implica
un desplazamiento del foco y la consideración de que las
organizaciones son sistemas con una potencialidad propia y especifica
para generar ideas. Ideas que no surgirían de ninguno de
los individuos en ausencia de su sistema-entorno.
Ni Leonardo, un sistema creativo de alta capacidad y flexibilidad,
es ajeno a su época, ni a los conocimientos de su época,
ni a la presencia de los Médicis.
Si vemos a Leonardo, en su antes y en su después, comprendemos
mejor su dimensión, su producción y su trabajo. Y
nos daremos cuenta de que en Leonardo cristalizó algo que
estaba en el “espíritu de su tiempo”, y a lo
que Leonardo dio salida.
La creatividad en las organizaciones. Nuevos paradigmas.
Hoy ya es algo más que una metáfora útil la
afirmación de que las organizaciones, los grupos, las empresas
y las culturas son organismos vivos. Organismos que nacen, crecen,
se reproducen, y desaparecen. Que tienen edades, periodos evolutivos,
y ciclos propios.
Y que su vocación de crecimiento y su deseo de permanencia
- más allá del tiempo de vida de los subsistemas que
las componen - y los cambios constantes del entorno, les exigen
adaptación rápida y aprendizaje continuo de nuevas
habilidades y conocimientos. En medio de una nueva revolución
tecnológica, hemos admitido como ciertos nuevos paradigmas,
y asistimos a cambios radicales en la forma de pensar desde un mundo
globalizado. El paradigma actual de las organizaciones, en consecuencia,
es el de las organizaciones en aprendizaje permanente.
Pero el cambio cambia y se acelera. Se aceleran de forma permanente
las innovaciones incrementales. Y asistimos a cambios espectaculares,
a innovaciones radicales, que muchas veces nos pasan desapercibidas
porque nuestro ‘umbral de asombro’ también ha
cambiado.
Algunas organizaciones, las más innovadoras, saben que vivirán
en medio del cambio, y que el cambio se producirá. Saben
que la innovación se producirá, y que la cuestión
es cuándo, cómo y quién lo generará.
Y quién lo liderará.
Por eso, estando como están inmersas en un escenario de cambio
cada vez más rápido, que exige respuestas nuevas y
diferentes, tienen que cambiar y generar cambios para poder permanecer
eficazmente en sus desempeños.
Algunas de ellas han asimilado ya la innovación como elementos
imprescindible para crecer y mantenerse. Para competir. Y saben
que su existencia es en el cambio.
Pero para hacer el cambio, tienen que pensarlo. Y eso es el terreno
de la creación, el terreno de la creatividad.
Las organizaciones tienen que innovar, y para eso tienen que crear.
Pero no todas saben ni todas están preparadas para ello.
Las organizaciones tienen dificultades, carencias, desconocimientos
e inhabilidades para crear. Muchas de ellas son estructuras antiguas,
orientadas a la gestión de lo creado, y pensadas para repetir.
Se encuentran dentro de dinámicas que no tenían previstas.
Y viven una profunda contradicción, puesto que necesitan
cambiar e innovar de forma permanente. Y eso les exige crear.
Para conseguirlo deberán adecuar sus estructuras a dinámicas
personales, grupales y culturales muy alejadas de los paradigmas
clásicos. Y tendrán que generar, también en
el área organizativa, procesos nuevos y mejores, basados
en las nuevas tecnologías. Tendrán que aprender a
pensar lo nuevo, lo diferente y lo mejor. Para poder hacerlo.
Y por eso, el paradigma que se anuncia, el paradigma emergente,
es el de las organizaciones que crean. Y por eso, quienes nos acercamos
al campo de la creatividad de las organizaciones y las empresas
tenemos que comenzar a hablar de las organizaciones que aprenden
a crear. Y mantener permanentemente abiertas algunas preguntas cruciales.
¿De qué hablamos, en cada momento, cuando hablamos
de creatividad en las organizaciones?
¿Qué podemos hacer, desde el conocimiento continuamente
actualizado sobre la creatividad, para ayudar a las organizaciones
a ser más creativas? ¿Qué necesitan? ¿Qué
podemos y tenemos que ofrecerles?
La respuestas, lógicamente, serán diferentes en función
de la temporalidad contemplada. Los cambios culturales son lentos.
Y necesitan estrategias especificas, generalmente macrosistémicas,
y a medio y largo plazo. Estrategias que superan los tiempos que
muchas de ellas pueden concederse, porque necesitan cambiar rápido,
y generar respuestas más rápido de lo que lo hacen
actualmente. Porque si no, otros más nuevos, mas recientes,
mejor adaptados, ocuparan su lugar.
Al intentar responder a estas preguntas empezamos a comprender que
las organizaciones y las empresas necesitan algo más que
explicaciones sobre las características de las organizaciones
con “personalidad creativa”.
Creatividad operativa. Una propuesta de acción.
Creatividad operativa es un concepto que se plantea como una reflexión
abierta, desde una concepción de las organizaciones y las
empresas como sistemas dinámicos, abiertos, autoorganizados
y coevolutivos. Sistemas finalistas que interactúan con el
entorno, intercambiando ideas, valores, productos, servicios, y
que reajustan sus objetivos de novedad, diferenciación y
mejora a través de la realimentación, de la respuesta
que el entorno da a lo que el sistema propone, ratificándolo
o no.
Si decimos que la creatividad es la capacidad de generar ideas,
y si hemos situado las necesidades de aprendizaje de muchas organizaciones
en el terreno de la creación con un carácter de urgencia,
necesitamos un acercamiento pragmático.
Utilitarista, si se quiere. Y evidentemente intencional.
Porque la creatividad, en tanto que capacidad, sólo es operativa
cuando se activa.
Y de la misma forma que todos somos potencialmente innovativos,
pero sólo realmente innovadores cuando innovamos, sólo
somos creadores cuando creamos.
Creatividad Operativa es por tanto más que una denominación.
Es una propuesta de acción para las organizaciones, basada
en tres consideraciones centrales, formuladas como tres principios.
El primero de ellos es el de la asunción de la creatividad
como una capacidad sistémica, como un paso previo para admitir
que todas las organizaciones tienen una determinada capacidad, generada
y definida por interacción y que esa capacidad se puede activar
y se puede ejercitar. De forma intencional.
El segundo es algo que podríamos definir como un ‘principio
de obviedad’: Crear es algo que se hace. Y ponerse a crear
es lo que hay que hacer cuando se quieren ideas nuevas. Crear implica
acción. Un sistema que crea genera ideas, y es más
creativo cuando genera más ideas. Cuando produce más
emergencias sistémicas.
El tercero, ampliamente asumido ya, es el de que el pensamiento
creativo tiene peculiaridades propias. Que el pensamiento y la cultura
de la creación tienen particularidades ajenas a la habitualidad
de las organizaciones. Peculiaridades que las organizaciones tienen
que conocer, utilizar, practicar y respetar. Para poder crear más.
Para poder crear mejor.
Si queremos ayudar a las organizaciones a crear más, si
queremos que las organizaciones sean más creativas, si nos
proponemos ayudarles a que creen mas, tenemos que generar estructuras,
métodos, propuestas y sistemas cuyo propósito esencial
sea, precisamente, específicamente, ese.
La pregunta es cómo hacerlo. Y es evidente que no hay una
sola respuesta, y que esas respuestas varían dependiendo
de dónde se pone el foco o el énfasis.
El concepto de la creatividad operativa, como propuesta de acción,
tiene que ver con la ideación al servicio de objetivos, y
no únicamente con formulaciones limitadas al incremento de
la capacidad de ideación.
Y eso implica un acercamiento a las organizaciones para actuar desde
y sobre la comprensión de la complejidad de todo el sistema,
y desde la identificación de los puntos de palanca que hacen
que el sistema se active y cambie.
Desde los axiomas planteados. desde los principios señalados,
podemos llegar a formular conclusiones orientadas a la acción
que nos llevan a asumir que tenemos que ser capaces de ayudar a
las organizaciones, al menos, en tres áreas especificas.
A) Ayudarles a comprender y a propiciar, generar y gestionar las
condiciones que incrementan la capacidad creativa y favorecen la
creación. Desde la descripción, la comprensión
y la acción sobre cuestiones directamente relacionadas con
el clima y el ambiente organizacional, y con conceptos de comunicación,
apertura, participación, y horizontalidad y disminución
de los niveles de jerarquía. Implica la generación
de nuevos subsistemas creativos específicos, polioculares
o pluridisciplinares, y la generación y el mantenimiento
de las condiciones que favorecen el trabajo creativo, con atención
a las dimensiones que los caracterizan como grupos. Ejecución
de intervenciones sistémicas en el sistema que crea, y en
el sistema en el que se crea. Monitorización del entorno
y vigilancia constante de los cambios tecnológicos. En síntesis,
consideración de las organizaciones como “sociedades
creativogénicas” desde un enfoque que podríamos
definir como de dinamización de sistemas.
B) Ayudarles a interiorizar y aplicar los principios esenciales
que propician la generación de ideas y que señala
Sikora (1979): Distanciamiento. Valoración diferida. Estimulo
casual.
Apertura al entorno y al error y suspensión del juicio como
expresión de la resistencia al cierre. Búsqueda deliberada
de fluidez, flexibilidad, y originalidad en los planteamientos y
en las respuestas, desde la comprensión, ejercitación,
ensayo y aplicación de esos principios en prácticas
reiteradas de aprendizaje.
C) Ayudarles a activar y recorrer procesos de ideación, desde
la certeza de que la potencialidad y la operatividad de un sistema
solo se comprueba cuando se activa, cuando se pone en marcha.
Facilitarles el conocimiento y la utilización de modelos
y metodologías de proceso, para generar, crear y formular
retos, problemas y objetivos, desde la Visión y Propósito
Esencial de cada organización, y para producir ideas al servicio
de esos y otros retos creativos previamente definidos. Acompañarles
en la creación de proyectos y en la creación dentro
de proyectos, para la generación deliberada de ideas incrementales
y radicales. Proporcionarles, en resumen, un apoyo efectivo para
que recorran procesos de creación intencional, donde se puedan
producir conexiones nuevas e inesperadas, concentrándose
en su recorrido y evitando el cierre prematuro o la utilización
de técnicas inadecuadas.
Los sistemas, todos los sistemas, producen lo que pueden producir.
Ningún sistema produce ni producirá nada que no pueda,
pero únicamente sabremos qué puede producir cuando
lo pongamos a crear. Que el sistema produzca todo lo que sea capaz
de generar, es un objetivo operativo que deberíamos plantearnos.
En definitiva, nuestro reto es contribuir de forma eficaz a incrementar
la capacidad creativa de las organizaciones, y ayudar a hacer operativa
esa capacidad sabiendo que el conocimiento y las ideas son sistemas
en evolución, que contienen en su interior las opciones para
un salto creativo y para la creación de nuevos sistemas.
Para la construcción de nuevas, mejores y diferentes realidades.
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Reseña personal
Juan Rodrigo, Técnico de Publicidad, titulado por la E.O.P.
de Madrid. Diplomado en Marketing por ESMA de Barcelona. Publicitario
durante más de treinta años, trabajando en el campo
de la estrategia y de la creación. Socio fundador de las
agencias Arkatz, Función, Atico y AMR Atico. Desde 1998 dedicado
al estudio de la Creatividad, (MICAT), y a la Consultoría
en Creatividad para empresas y organizaciones en el desarrollo de
procesos de ideación para la resolución de problemas
y la innovación.
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