Evaluar Lúdica y reflexivamente
angélica sátiro
escritora y educadora
sátiro@telefonica.net
Introducción
En
general, la evaluación es una amenazadora herramienta de control disciplinador,
en el peor de los sentidos. La disciplina en sí misma no es perjudicial, al
contrario, ya que posibilita la libertad. Alguien incapaz de disciplinarse es
esclavo de sus propios instintos.
Veamos algunos
ejemplos que nos permitan seguir con nuestra reflexión: un pianista puede
estudiar incluso más de 18 horas en un día, con el fin de componer el
movimiento musical concebido. Lo mismo sucede con un místico que pretende, a
través de sus incansables prácticas, alcanzar los distintos estadios de
conciencia. Un científico comprometido con su investigación se entrega
totalmente a ella hasta extraer las conclusiones necesarias. Ocurre otro tanto
con escritores que invierten horas en perfeccionar un mismo párrafo. Podríamos
seguir enumerando ejemplos, pero los expuestos ya son suficientes para que nos
planteemos ciertas cuestiones: ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué son tan
disciplinados y se entregan tanto a aprender? La respuesta no es tan difícil:
encuentran un sentido a lo que hacen. Ese sentido hace que se apasionen por su
labor, porque sienten placer, lo que ayuda a superar los momentos duros que todo
proceso de aprendizaje conlleva. Por lo tanto, ¿quién necesita de control
disciplinador y métodos coercitivos en ese proceso? Y, ¿quién considera que
ha de recurrir a esos sistemas para forzar al otro a aprender, incurriendo en el
abuso de poder en algunas ocasiones? Parece obvio que son aquellos profesionales
de la enseñanza que no tienen en cuenta la pasión, el placer y el sentido del
acto de aprender. ¿Qué ha llevado a estos profesionales a no considerar
factores tan esenciales, incluso vitales? ¿Y por qué se reincide en esta
postura, sabedores todos de que existen otras vías?
Estas
constataciones y estos cuestionamientos motivaron la investigación sobre la que
trata el presente capítulo. Lo que aquí se presenta es la síntesis de una
indagación realizada en función de la certeza de que la cuestión de la
evaluación requiere muchos estudios meticulosos y multidisciplinares. Por lo
tanto, la propuesta de evaluación figuro-analógica no pretende dar “la
respuesta”, ni señalar “el camino a seguir”, sino ofrecer una alternativa
para instar al lector a que siga investigando y creando nuevos sistemas de
evaluación.
La
problematización de la práctica de la evaluación en las escuelas es el origen
y la continuación de esta investigación. Es en aula donde deben formalizarse
las transformaciones, ya que es un espacio privilegiado para aprendizajes
individuales y colectivos.
Pude
iniciar, formalizar y sistematizar esta investigación, ya que disponía de la
posibilidad de llevar a cabo pruebas prácticas en un campo apropiado, cuando
ejercía de coordinadora del Programa de
Filosofía para Niños, en las escuelas brasileñas del Grupo Pitágoras.
Gran parte del personal docente de dichas escuelas aceptó la propuesta, practicó
con sus alumnos y ayudó a componer más actividades orientadas en la misma
dirección. Probablemente sin su apoyo, esta propuesta no habría alcanzado el
grado de desarrollo que presenta hoy. Desde 1991, esta línea es presentada en
Congresos Nacionales e Internacionales de Educación y de Filosofía. Diversos
profesores en Brasil, Portugal, Argentina y España están ingeniando, desde
esta perspectiva, nuevas formas de evaluar, de parvulario a secundaria, lo que
prueba la universalidad de esta alternativa. Ha sido en Catalunya donde mejor
acogida ha tenido esta propuesta y donde ha podido desarrollarse y profundizarse, de ahí que este libro haya visto aquí la luz.
SENTIDO
Pensar,
en la significación etimológica del término, es sopesar,
poner
en la balanza para evaluar el peso de alguna cosa.
El
pensamiento filosofa cuando utiliza al máximo sus recursos
para
aprender a evaluar: quiere volverse evaluador justo.
Arcângelo
Buzzi
La
palabra “evaluación” significa etimológicamente determinar el valor. Valor
es una cualidad atribuida a los entes, ajena a ellos mismos. Valor
es lo que hace contrapeso, o sea, pesa y equilibra a la vez.
Especular
sobre el sentido del acto y del término evaluación nos remite a la imagen de
la balanza y del tamiz. La balanza es un símbolo del equilibrio de todas las
cosas, hechas para estar unidas. Cuando atendemos al significado etimológico de
la palabra pensar y de la palabra valor, percibimos la conexión entre la cuestión
de evaluar y la imagen de la balanza. El pensamiento, así como la balanza,
pesa, mide y busca equilibrar las cosas y el tiempo, el visible y el invisible.
El movimiento pendular de la balanza representa el movimiento de la dinámica
interna de nuestro pensamiento cuando pretende ser un justo evaluador.
Pero,
a la vez, paradójicamente, evaluación nos evoca separación, selección, crítica,
elección, criba..., y el tamiz es la imagen que representa todo esto. Sus
mallas serán tanto más apretadas cuanto más exigencias se impongan sobre lo
que está siendo tamizado. Así, el pensamiento, cuando evalúa, lo hace en
función de criterios que emplea conscientemente.
Por
tanto, evaluar es una forma de pensar críticamente, además de ser un proceso
mental exigente y metódico que exige precisión analítica.
Los
movimientos de la balanza y del tamiz permiten al sujeto conocer la “cosa
evaluada” de forma reflexiva, propiciando una vuelta sobre sí mismo y a la
identidad de la cosa evaluada: Su historia, su cultura y su modo propio y específico
de ser. Evaluar, por lo tanto, permite “re–conocer” lo conocido, lo cual
genera una potenciación cognitiva y metacognitiva. Cuando se busca comprender
el sentido de evaluar, se pasa a saber cómo se sabe y a entender el propio
entendimiento.
Para
seguir pensando en el sentido de evaluar, nos hace falta información histórica.
Según algunos estudiosos, la historia de la evaluación se divide en las
siguientes fases:
Fase
1 – A partir del siglo XVI, dentro de un sistema tradicional instituido por
los jesuitas, empieza con la forma de test para aprobar o suspender a los alumnos.
Fase
2 – En el inicio del siglo XX, con la Escuela Nueva, pasa a ser un componente
de la educación que incita a una autodisciplina libre, interna y autónoma,
teniendo en consideración el desarrollo afectivo y emocional de los alumnos.
Fase
3 – A partir de los años 60, con las teorías del Comportamiento, pasa a
estimarse como un método para que los alumnos se disciplinen mentalmente y varíen
su modo de actuar. En función de esto se utilizan muchos recursos técnicos
para lograrlo.
Fase
4 – En los últimos 40 años, en la Academia de Ciencias Pedagógicas de la
ex-Unión Soviética, los interaccionistas dialécticos proponen que los
individuos empiezan a desarrollarse en la medida en la que actúan. Esta línea
conceptual, al lado de las teorías constructivistas que sostienen que el
conocimiento ha de ser construido por los alumnos, hicieron cambiar la concepción
que se tenía de la evaluación. Así, algunos educadores empezaron a entender
la acción de evaluar como parte del proceso de desarrollo del propio alumno, lo
que permite tratarlo como sujeto evaluador y no como mero objeto a ser evaluado.
Esta línea conceptual posibilita, también, pensar en la evaluación como en un
componente del proceso de aprendizaje y no como un hecho sustraído del mismo, a
la espera de ser experimentado tras dicho proceso.
Aunque
los discursos sean coherentes con esta cuarta fase, y teóricamente nos
encontremos en ella, no es necesario un gran esfuerzo para percibir que el
sistema evaluativo se corresponde con la manera tradicional de los jesuitas del
siglo XVI. En la práctica, en las escuelas, la evaluación sigue utilizándose
para suspender o aprobar a los alumnos, que son “medidos y pesados”,
“cribados y tamizados”, por aquellos que establecen los criterios que deben
ser alcanzados al final del proceso de “ensinage”[1].
Algo
precisamos constatar: los modelos de evaluación son coherentes en la práctica
con los modelos de enseñanza y de aprendizaje, que a su vez son coherentes con
los modelos de relaciones sociales. Así, un modelo se refleja en los demás, en
un conjunto de reflejos múltiples y dispares, algunos incluso contrarios a
otros. Eso nos presenta algunas controversias, conflictos y paradojas que
conviven en nuestras culturas y en nuestra idea de sociedad y de educación.
Somos una sociedad injusta en la que ciertos abusos de poder son aceptados en la
familia, en las escuelas y en el día a día, y lo que apreciamos en el sistema
evaluativo es un reflejo de todo eso. Pero como se trata de un juego de espejos
(entre ellos, algún espejismo), no hay que esperar que la sociedad cambie para
cambiar el sistema evaluativo. Vivimos un momento de coexistencia de la
diversidad conceptual y tenemos que optar por una posición frente a esto y
frente al ya mencionado juego de espejos.
Este
capítulo trata del sentido de la evaluación desde una perspectiva concreta:
consideramos la evaluación como una actividad política, cognitiva, afectiva,
que precisa estar abierta a la convivencia, generar la sensibilidad pertinente
para entender e investigar continuamente las paradojas y contradicciones de
nuestro tiempo.
RETO
ANTROPOLÓGICO Y METAFÍSICO
Nietzsche,
en el párrafo octavo de su Genealogía de
la moral, afirma que la primera vez que una persona “midió” y “valoró”
a otra, fue en la relación humana más antigua que existe: la que se da entre
comprador y vendedor y entre acreedor y deudor. Y él afirma que esto preocupó
de tal manera al hombre, que pasó a designarse a sí mismo como “un animal
estimador de sí”.
Esas
enunciaciones del pensador alemán son muy sugerentes e inspiraron un
cuestionamiento que parece procedente dentro de la propuesta de este texto. Veámoslo
planteado en las siguientes preguntas:
¿El
Hombre es un ser que evalúa? ¿Qué significa definir al ser humano como un ser
evaluador? ¿Qué consecuencias genera esa definición de humano? ¿Por qué el
ser humano evalúa? ¿Evaluar es una necesidad humana? ¿Qué origina esa
necesidad?
Responder
a estas preguntas resulta difícil porque remiten a aspectos complejos de la temática;
pero como mínimo podemos afirmar que el acto de evaluar está presente
en casi todas las situaciones humanas. La mirada evaluadora del Hombre se
extiende sobre el mundo y sobre uno mismo en todo momento, desde las
situaciones más cotidianas, como elegir qué comer o qué zapatos comprar,
hasta decidir si nos casamos o no, a qué partido político votamos... Esta
constatación convierte la evaluación en un reto muy amplio ya que demuestra
que evaluar es una cuestión humana.
Tratar
la evaluación desde el concepto de humano, permite contemplarla desde un punto
de vista filosófico, lo que la presenta de manera global y universal. Y si
acordamos que el ser humano es un ser que evalúa, tendremos que admitir que
evaluar forma parte de aquello que constituye la humanidad del humano. Por eso,
no se puede tratar la cuestión de la evaluación solamente desde una
perspectiva de estrategia, técnica o procedimiento pedagógico, sino que es
necesario tenerla por parte del pensamiento y como constituyente de la
racionalidad. Por lo tanto, no se puede desarrollar el tema de la capacidad de
pensar sin entrar en el de la evaluación.
Según
Arcangelo Buzzi, el pensamiento quiere
tornarse un justo evaluador. Pero, ¿cómo alguien puede tornarse justo
evaluador si únicamente es evaluado y no tiene oportunidad de ejercitar su
capacidad de evaluar? ¿Es posible el autoconocimiento sin el desarrollo de esta
capacidad? Y, ¿cómo alguien puede autocorregirse sin autoconocimiento?
Para
proseguir con la reflexión que nos proponen estas preguntas, veamos lo que el
educador brasileño Paulo Freire señala:
Hombre
– un ser de relaciones, temporizado y situado, ontológicamente inacabado –
sujeto por vocación, objeto por distorsión.
Vamos
a reflexionar sobre la proposición de Paulo Freire, dividiéndola en dos
partes:
Hombre
- ser de relaciones
Siendo
el Hombre un ser de relaciones, para comprenderse y autoconocerse necesita
desarrollar la capacidad de
establecer relaciones. ¿Qué ser humano sería capaz de autoconocerse,
desconociendo una capacidad fundamental que incluso, según Nietzsche, lo dota
de significado como ser? El razonamiento analógico es aquel que permite
percibir las relaciones entre los humanos, las relaciones con el mundo y entre
los elementos del mundo. Por lo tanto, es deseable que ese ser de relaciones
desarrolle su razonamiento analógico y su capacidad de pensar relacionándolo
todo.
Sujeto
por vocación y objeto por distorsión
Si
el ser humano es un sujeto por vocación, y los alumnos son seres humanos, los
alumnos son sujetos. Entonces, ¿por qué son tratados como objetos en el
proceso evaluativo? La consecuencia pedagógica de estos cuestionamientos es que
los alumnos precisan ser tratados como evaluadores y no sólo como evaluados.
Ofrecer
a los alumnos las condiciones propicias para que sean evaluadores (evaluadores
de la dinámica del aula, de la metodología, de los temas en discusión, del
trabajo del profesor, de las habilidades de pensamiento que la clase pretende
desarrollar, de los componentes de la comunidad de investigación y de sí mismo) es
necesario. Esta es una transformación que considera esos presupuestos
que amplían la concepción de evaluación y que elevan al ser humano al estatus
de sujeto evaluador.
RETO
EPISTEMOLÓGICO Y ESTÉTICO
En
las escuelas, por lo general, cuando los alumnos son evaluados, reciben notas
que pretenden reflejar cómo fueron medidos, estimados y cuantificados. El
profesor ha relacionado el aprendizaje del alumno con cifras. Tratar de
cuantificar lo cualitativo ya es muy cuestionable y merece seguramente una
reflexión más profunda; pero, por ahora, lo que nos interesa es resaltar que
el alumno es el objeto evaluado y que evaluarle de ese modo es establecer una
analogía que utiliza los números como símbolos. Los retos epistemológicos y
estéticos nos “invitan” a pensar al revés todo lo que hemos dicho: que el
alumno sea el sujeto que hace las analogías y que al hacerlo siga en su proceso
de aprender y de conocer.
Una
vez constatado eso, afirmamos que varios son los retos epistemológicos al
considerar la cuestión de la evaluación. El primero que trataremos es la
consecuencia de lo que venimos diciendo desde el inicio del capítulo: El
acto evaluativo forma parte del proceso continuo del pensamiento y no puede ser
visto como hecho aislado y posterior al trabajo de enseñanza
en la acción educativa. Uno de los retos epistemológicos más importantes
es considerar la evaluación como parte del proceso de conocer y de comprender.
Todos los cuestionamientos y proposiciones de este capítulo serían vanos si no
logran que se asuma que el acto de evaluar es parte del proceso de aprendizaje,
que posibilita conocer, pensar, comprender, y que no ha de relegarse a después.
El
segundo reto es conectar epistemología con estética. Veamos algo más
detalladamente la posibilidad de esta conexión.
Sabemos
que el ser humano piensa mediante símbolos. Sabemos también que ese proceso se
basa en las múltiples relaciones que actúan en diferentes direcciones, desde,
para y a través del entorno cultural, social y físico. Ya que el humano piensa
por medio de símbolos, ¿por qué no utilizar imágenes y figuras artísticas y
culturales como símbolos mediadores en el acto de evaluar? Y ya que también se
pretende que el alumno sea sujeto evaluador, ¿por qué no hacer uso de esas
mismas imágenes en ese proceso?
De
ese modo, evaluar será una oportunidad para que los alumnos afiancen la
significación de los símbolos de la imagen de mundo que ya tienen y de que, al
serles presentados símbolos culturales relevantes ajenos a ellos, amplíen esa
imagen de mundo. La evaluación, entonces, es algo presente en el aprendizaje
que no sólo desarrolla innumerables habilidades de pensamiento necesarias para
el acto de evaluar, sino también una ampliación de la educación cultural y de
la comprensión de sus símbolos. Todo lleva a pensar que el alumno, como sujeto
evaluador que utiliza símbolos y imagenes culturales, será cada vez más apto
para pensar e interpretar la realidad.
Por
resultar muy fructífero, el razonamiento analógico se utiliza con frecuecia en
investigaciones epistemológicas. La analogía es uno de los principales actos
del entendimiento y del conocimiento de la Naturaleza, ya que permite establecer
hipótesis que, aunque no son siempre verdaderas, son imprescindibles para el
proceso de conocer. Algunos progresos científicos se deben a analogías
rigurosas establecidas entre fenómenos sin relación aparente entre sí. Además
de estar conectada al entendimiento, también lo está a la imaginación, de ahí
que esté presente con frecuencia en creaciones artísticas.
Por
lo tanto, practicar el razonamiento analógico al evaluar es un procedimiento
mental que enriquece tanto el propio proceso de evaluación como al de
elaboración,
construcción y reconstrucción del conocimiento. Además, con la práctica del
razonamiento analógico, el juego simbólico y los lenguajes no verbales pueden
ser tratados como verdaderas herramientas del pensamiento. Todo esto conduce a
una síntesis de la experiencia de tal manera profundizada que permite su
verbalización y significación.
Está
bien recordar que, por naturaleza, el pensamiento es metafórico y no lineal; o
sea, no pensamos las cosas mismas, sino imágenes y símbolos que las
representan. Además, en nuestra mente distintos pensamientos se dan con
simultaneidad. Esto refuerza la importancia de los juegos y de los lenguajes artísticos
en el desarrollo de la capacidad evaluativa, ya que en ellos se opera con esos símbolos
que están simultáneamente en nuestro pensamiento.
Otro
punto a ser considerado es que el ser humano interpreta el mundo desde esquemas
de pensamiento que son redes afectivas, cognitivas, conscientes e inconscientes.
Utilizar elementos estéticos para evaluar, seguramente ampliará las
posibilidades de potenciar globalmente estas redes. Las obras artísticas
ejercen un fuerte impacto en estas redes intrincadas de interpretación de la
realidad y la experiencia estética es capaz de llegar a todos los ámbitos de
estas redes.
Evaluar
utilizando elementos estéticos señala una posibilidad de acción creativa
sensible y placentera, que asocia medios, fines y recursos. Eso significa que
este planteamiento va algo más allá de una propuesta de nuevas procedimientos.
Según
Rubem Alves, la tarea de la belleza es tornar ligeras las cosas que son pesadas.
De esto está hablando este capítulo. Se trata de una posibilidad concreta de
vivir el acto de evaluar como algo bello, alegre, placentero y con un sentido
profundo que incluso nos define como seres humanos.
Uno
de los apoyos teóricos para unir epistemología y estética, es la idea de
Gaston Bachelard de que existe en la búsqueda de la verdad una emoción análoga
al placer y a la emoción estética[2].
El mismo autor afirma que en función del carácter dinámico del conocimiento,
siempre queda algún residuo de subjetividad en él. O sea, él presenta una
perspectiva epistemológica nada cartesiana, además de señalar que es en el
propio acto de conocer donde aparecen obstáculos epistemológicos tales como:
●cuantificación
de algo que es calitativo
●aparición
del contrapensamiento en función de un hecho mal interpretado
¿Qué
tipo de consecuencias podemos extraer de estas ideas para seguir tratando el
tema de la evaluación?
Uno
de los obstáculos epistemológicos es cuantificar lo que no es cuantificable.
La evaluación que estamos proponiendo es cualitativa, lo cual respeta las
dimensiones epistemológicas del proceso de aprendizaje.
Como
es imposible evaluar sin basarse en criterios, el acto de evaluar puede ofrecer
soporte para no topar con los obstáculos epistemológicos.
En
función del carácter dinámico del conocimiento, el acto de evaluar es
continuo y debe estar conectado al proceso de desarrollo de la capacidad de
pensar.
Elementos
estéticos enriquecen el acto de evaluar y le confieren más capacidad de
producir conocimientos.
Según
Bachelard, la comprensión tiene un eje dinámico porque es impulso vital, por
tanto forma parte de la tarea del hombre romper con la tradición y emprender
caminos nuevos. Es necesario, en la educación, pensar en la evaluación desde
esa perspectiva.
RETO
ÉTICO
¿Cómo
elegir, decidir, emitir juicios sin evaluar?
La
respuesta a esta pregunta nos conduce a una constatación: evaluar es un acto ético.
Si recordamos que etimológicamente evaluar significa determinar el valor,
constataremos que incluso el mismo término conlleva su dimensión ética.
Valor
es algo que se refiere a una relación, una comparación entre un término y
otro o más términos. Atribuimos valor a algo cuando reconocemos en él la
presencia de otra cosa –un parámetro de valor-. Y es esto lo que queremos que
los alumnos ejerciten cuando en su condición de aprendices, por eso aprender a
ser sujeto evaluador forma parte de una buena educación ética.
La
base de una conducta que pueda ser llamada ética se encuentra en el necesario
aprendizaje de ser con el otro. Así,
evaluar puede ser todavía mejor, desde la perspectiva de la educación ética,
si es un acto compartido y dialogado.
Evaluar conjuntamente enriquece la experiencia individual y colectiva, porque
permite la interacción de distintas perspectivas y la resignificación de los
elementos comunes del contexto, del cual forman parte los evaluadores. Y como el
ser humano interpreta el mundo tanto desde sus elaboraciones internas como desde
el contexto cultural y social, podemos decir que evaluar conjuntamente colabora
con una mejor interpretación del mundo y de la realidad.
La
ética necesita del razonamiento analógico si no quiere permanecer en el ámbito
de principios universales, abstractos e inaplicables al ser humano concreto.
Como la ética es una dimensión de la filosofía que tiene un fuerte compromiso
práctico, su discurso tiene que estar conectado a la acción, que es
contingente y singular. Otros tipos de razonamiento más abstractos pueden ser
perversos en muchos casos cuando son aplicados a la ética, porque tienden a
forzar una relación entre principios universales y realidades concretas; de ahí
la importancia del proceder por medio de similitudes y de ejemplos.
Cuando
se evalúa utilizando el razonamiento analógico, se mejora la capacidad de
evaluar y a la vez la de pensar éticamente, porque :
se
hace en base a criterios;
se
considera el valor de las evidencias, de los deseos y de las preferencias;
se cuestiona cómo se establecen las prioridades;
se
emplean casuísticas y demás herramientas lógicas;
se
tratan casos iguales de modo similar y casos diferentes de forma distinta;
se
relacionan parámetros y referencias evaluativos.
RETO
DE LA NIÑEZ
Según
Matthew Lipman, pocos son los filósofos que rechazarían la universalidad y la
objetividad de la infancia. La infancia es una dimensión legítima de la
experiencia humana, no inferior a las demás, sobre las cuales existen
filosofías.
Por lo tanto una filosofía de la infancia es legítima.[3]
Según
esta idea, que compartimos, lo que afirma este capítulo sobre el ser humano
incluye a los niños. Y la consecuencia pedagógica más importante es que los
niños deben ser tratados como sujetos evaluadores, y como la ludicidad es algo
fundamental que caracteriza la infancia, no podemos desatender este aspecto.
Puesto
que la actividad lúdica es importante para cualquier ser humano y en cualquier
edad, es ahora cuando debemos aprovechar para llevar la ludicidad más allá de
la realidad de la infancia. Es difícil imaginar a alguien que nunca ha jugado...
Los
niños juegan para autoconocerse y para comprender el mundo en que se encuentran. Los niños erigen sus identidades personales y culturales durante el
juego, ya que tienen que cuestionar, transformar y desvelar la realidad, lo que
contribuye a que aprendan a distinguir diferentes puntos de vista y a defender
los suyos. Jugando pueden elaborar
hipótesis con las que analizar la realidad, recurriendo a percepciones e
informaciones previas.
Los
niños necesitan tiempo, espacio y elementos incentivadores para, mediante su
fantasía, elaborar una imagen de la realidad. Y esto puede producirse al
evaluar lúdicamente, utilizando el razonamiento analógico tanto en la
imaginación como en el entendimiento. El conocimiento dejaría de estar preso
en el aquí y ahora y en los límites de sus sentidos (exteroceptores). Una vez
descubran su pensamiento puede acoger el mundo entero, descubrirán también que
pueden imaginarlo, entenderlo, analizarlo. Y todo esto se potenciaría invitando
a los niños a evaluar utilizando representaciones imagéticas contenidas en los
colores, las formas, los sonidos, los gestos y en las propias palabras.
El
origen y la naturaleza del juego son sociales, por eso a través de él niños y
adultos aprehenden y recrean su experiencia cultural. Supone un tipo de
aprendizaje que trasciende los límites estrechos de la rutina diaria y de la
experiencia personal. Los jugadores viven diferentes emociones, afectos, cambios
e intercambios, acercamientos y competencias, rivalidades y actos solidarios. Y
todo eso instruye delicada pero eficazmente sobre la complejidad del
comportamiento y de las relaciones humanas, importantísimo para una buena
educación ética.
En
la infancia, el niño se enfrenta a una serie de retos distintos, entre ellos:
●
participar de los grupos sociales a los cuales pertenece, y comprenderlos.
●
trabajar con el propio imaginario y con el imaginario de los demás.
●
desarrollarse lingüísticamente.
●
investigar y conocer el mundo físico, sus fenómenos, objetos y usos sociales.
●
entender los distintos modos de conducta humana, hábitos, diferencias
culturales.
Todo
esto suscita preguntar: ¿cómo sobrevivimos a la niñez? Cierto es que esta
pregunta presupone aquel concepto romántico de la niñez como el paraíso, de
que los niños viven en un mundo rosado, con soles sonrientes y florecitas de
colores... Los niños habitan el mismo mundo que nosotros y son retados por él
continuamente, y lo peor es que en la mayoría de ocasiones no tienen
oportunidad de analizar, evaluar,
valorar ese mundo, verbalizar las propias ideas y compartirlas con los demás.
Los niños necesitan coyunturas que requieran pensar, reflexionar, dudar,
actuar, hablar, oír, debatir, crear e imaginar. El juego y los juguetes son
importantes instrumentos de autoconocimiento y descubrimiento del mundo, además
de que favorecen el desarrollo de la imaginación, el lenguaje, el pensamiento,
la memoria, la creatividad, la expresión y la concentración. Entonces, ¿por
qué no evaluar a través de juegos?
Evaluar
lúdicamente parece ser absolutamente pertinente en el universo infantil y no sólo
a él...
RETO DE
LA PRÁCTICA
La
apreciación de la creatividad de un trabajo engrandece de algún modo
misterioso nuestra capacidad para tal engrandecimiento: ella hace que crezca
nuestra fuerza para seguir creciendo.
Matthew
Lipman
Esta
propuesta de evaluación, como ya se señaló, nació del reto de la práctica.
Las prácticas concebidas a tal efecto, se ensayaron en distintas aulas, lo que
permitió fundamentarlas y comprobar su validez teórica. Así pues,
este capítulo recoge la proposición teórica de este reto.
A
continuación presentamos algunas propuestas evaluativas que emplean símbolos
culturales argentinos, españoles y brasileños, que pueden ser aplicadas a
alumnos de distintas edades. Cabe resaltar que hoy día, debido a al contexto
multicultural la utilización de símbolos de otras culturas, no sólo es
deseable, sino necesaria. Lo importante es que no olvidemos que el acto de
evaluar figuroanalógicamente implica una reflexión cultural e intercultural.
Aprovechamos
para clarificar el nombre de esta propuesta evaluativa:
Figuro – Este término hace referencia al pensamiento que utiliza símbolos,
imágenes,
“figuras” para ejercitarse y al material utilizado para motivar el
razonamiento analógico, que son imágenes artísticas, símbolos y objetos de
sentido cultural.
Analógica – Este término es relativo al tipo de razonamiento al que recurre
generalmente este tipo de evaluación; razonamiento que capacita el pensamiento
a comparar, establecer relaciones distintas, percibir semejanzas y diferencias,
etc. y que ayuda a desarrollar el pensamiento crítico, creativo y cuidadoso.
ASPECTO:
Ritmo del Grupo.
MATERIAL:
Imágenes de
Sigfredo Pastor: distintas parejas bailando tango.
CRITERIO:
Abiertos.
PROCEDIMIENTO:
1.
Presentar las imágenes.
2.
Pedir que observen con atención cada una de ellas, buscando percibir
detalles.
3.
Pedir que consideren el acto de investigar en comunidad como si fuera una
danza y que hagan una analogía de la clase con las imágenes de tango.
4.
Conducir el diálogo evaluativo con las preguntas:
4.1.
¿Dirías que investigar un tema en comunidad es como bailar? ¿Por qué?
4.2.
Presuponiendo que es una buena analogía, ¿con cuál de estas imágenes
representarías nuestro “tango investigativo”? ¿Por qué?
4.3.
Explica todos los detalles de la imagen que te llevaron a establecer tal
analogía y relaciónalos con ejemplos concretos de la clase.
4.4.
¿Cuál de esas imágenes representa una mejoría en nuestro “tango
investigativo”? Elige otra imagen para representar cómo puede ser nuestra próxima
investigación conjunta y explica tus razones.
ASPECTO:
Pensamiento colectivo.
MATERIAL:
Fotografías de
las torres de Gaudí.
CRITERIOS:
Abiertos.
PROCEDIMIENTO:
1.
Presentar las fotos.
2.
Preguntar sobre cómo cada una puede representar qué sucedió con el
pensamiento colectivo durante el diálogo.
3.
Pedir que elijan una o más de una para evaluar el pensamiento colectivo.
4.
Pedir que presenten sus razones.
ASPECTO: Timing y clima de
la clase.
MATERIAL:
Pinturas de
Giuseppe Arcimboldo (1527-1593).
CRITERIO:
Cerrados.
PROCEDIMENTO:
1.
Decir: Nuestra clase fue como una de las cuatro estaciones del año. ¿Cuál
dirías que ha sido?
2.
Presentar las pinturas de Arcimboldo diciendo:
Cada
una de estas imágenes representa una de las estaciones del año. ¿Cuál de
ellas eliges para evaluar analógicamente? ¿Después de ver estas imágenes
mantienes la estación que habías pensado antes o has cambiado?
3.
Pedir que presenten las razones que fundamentan sus elecciones y sus
analogías con las imágenes.
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AVALIAÇÃO
NOVOS PARADIGMAS. Revista de Educação, Brasília: a. 24, n. 94,
jan./mar. 1995.
ensinaje es un neologismo basado en un juego de palabras a partir de la
palabra aprendizaje. Su uso es irónico y hace referencia a que hay quien
piensa que el hecho de enseñar conlleva incuestionablemente que el otro
aprende, lo cual justifica que se le exija posteriormente que “devuelva”
lo que le fue enseñado.
Gaston
Bacherad: A psicanálise do Fogo. Trad. port. Lisboa: Estúdios Cor, 1988
y
A água e os Sonhos. Trad. port. São Paulo: Martin Fontes, 1989.
LIPMAN,
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Education. Dubuque (Iowa): Kendall/Hunt,1993,p.143.
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